¿Te imaginas ir a una boda como invitada y terminar siendo la novia que se va a casar? Así le pasó a Mercedes Ortiz, una mujer que asistió al día más importante de su vida sin siquiera haberlo imaginado.

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Antes de que llegara la protagonista, los invitados reales tuvieron que hacer silencio y acomodarse entre los bancos de roble, en la Basílica Sagrado Corazón de Barracas, en Buenos Aires. Cuando se abrieron las puertas, el órgano de la iglesia comenzó a tocar la Marcha Nupcial y ¡Sorpresa!

Resulta que el novio, Gustavo, le hizo creer a Mercedes que iría a la boda de Walter el Mono, un amigo común; la idea se concretó cinco años antes que se diera el gran momento, especialmente porque al novio se le hizo difícil encontrar la iglesia, ya que nadie quería casarlos de esa forma.

“Yo he sido su único amor”, asegura Gustavo, quien conoce a Mercedes desde que él tenía nueve años y ella siete. Después de averiguar en varias parroquias, estaba a punto de darse por vencido.

Sin embargo, Gustavo, quien fue fotógrafo del periódico argentino Clarín durante 20 años, recordó que había conocido al sacerdote, Sebastián García, de la Basílica Sagrado Corazón de Barracas, hacía algún tiempo atrás cuando fue a sacar fotos de unas duchas para personas sin casas que se inauguraron allí.

“Cuando le conté a Sebastián, me dijo ‘te caso’. Le aclaré que ella no sabía nada: ‘mirá, esto un secreto’. Y me repitió que sí: ‘me parece muy lindo’”, relata Ortiz. “Me puse a llorar porque era la última chance“.

Inmediatamente, comenzó a buscar cómplices que lo ayudaran a alistarlo todo. El primero fue un amigo común, Walter el Mono, quien supuestamente se casaría ese sábado y ella iría como invitada. También estuvo Caro Schwörer, una profesional que maquilla a novias y quinceañeras.

“Sin dudas, en todos estos años de trabajo, fue la novia que más hilos movió, porque siendo familia, siendo amigos, ¿quién iba a maquillarla si no era yo?“, publicó Schwörer en su cuenta de Facebook.

Así sucedió, llegó el gran día y Mercedes queda perpleja al entrar a la iglesia, quien luego de entender lo que estaba sucediendo y recuperar el aliento, se puso el velo y tomó el ramo justo a la entrada de la iglesia con la ayuda de sus amigas y familiares.

“Un cura cómplice. Alrededor de 160 personas guardando un secreto. Un falso novio amigo. Una falsa novia actriz, que se conocieron el día que anunciaban su boda. Tarjeta de invitación impresa. Los tres hijos vestidos apropiadamente. Unos 6 clips de fotos (que no han pasado todos). Edición en vivo de la entrada a la iglesia, tocado, salón, manteles, centros de mesa, torta de bodas…. ¡todo!”, expresó Schwörer.

Pero, una de las mejores anécdotas fue hacer que la novia llevara un vestido blanco. “Casi siempre usa ropa negra porque tiene la piel muy blanca y no le gusta la ropa clara. Cuando hablamos de la supuesta boda de Walter, me comentó que iba a usar un vestido corto y negro que se había puesto antes, en una fiesta de quince”.

Entonces, para solucionar este contratiempo, Gustavo imprimió tarjetas de invitación. El salón que aparecía en las tarjetas, donde se celebraría la supuesta boda, era muy refinado. Como se trataba de una ocasión tan especial, un vestido largo parecía más a tono con la ocasión, mientras que sus amigas también la iban convenciendo.

La historia de esta pareja empezó hace 30 años, pero siempre habían anhelado casarse.

El día de la boda, una de las amigas le dijo a Gustavo que caminara rápido, ya que ellas no podían hacerlo por los vestidos. Así fue que Gustavo pudo adelantarse, llegar a la basílica, saludar a todos y esperarla en el altar, mientras que sus tres hijos ya se encontraban en la iglesia.

H/T – El Periodiquito