Si pensabas que los orgasmos son una cosa del otro mundo de lo divino que son, pues deberías preguntárselo a este hombre que tiene 50 diarios.

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“El porno es como la cocaína. Soy un adicto y no puedo parar”, reconoce Jordan (nombre ficticio). El joven universitario que sufre 50 orgasmos diarios, pues padece lo que se conoce como hipersexualidad desde los 13 años.

Ahora la trata a base de medicamentos para la depresión, con tal de evitar los días en los que podía llegar a experimentar hasta 50 orgasmos al día. Sí, 50 momentos de éxtasis que, lejos de parecerse al típico sueño de adolescente con la libido por las nubes, conformaban una auténtica tortura que a su vez aumentaba su ansiedad, depresión y fracaso escolar.

Cabe destacar que, hasta ahora, esta enfermedad no ha sido reconocida por los psiquiatras ni por  el manual publicado por la Asociación Psiquiátrica Estadounidense, pero incluso aquellos que dudan que sea un verdadero trastorno reconocen que este comportamiento sexual compulsivo puede entorpecer a la vida diaria.

Es el caso de Jordan y de las más de 1.500 personas que Michael Walton, de la Universidad de Nueva Inglaterra en Australia, ha encuestado como parte de un estudio en colaboración con el Centro de Adicción y Salud Mental de Toronto. El investigador asegura al medio australiano ‘News.com’ que la adicción no se basa en la cantidad específica de orgasmos que tengas (da igual si tienes dos, 10 o 50), sino en si este comportamiento sexual crea o no ansiedad.

Jessie (prefiere no revelar su identidad real), de 30 años, es una de las encuestadas. Ella tiene trabajo y pareja estables, pero también un secreto: busca sexo casual en las aplicaciones del móvil, se masturba tres veces al día y fantasea, casi de forma constante, sobre relaciones sexuales con otros hombres. Ella admite que lleva así desde los 14 y que incluso le ha transmitido enfermedades de transmisión sexual (ETS) a su marido, algo que achaca a su comportamiento desinhibido e imprudente.

“Tengo problemas para controlarme”, reconoce, y agrega que sus impulsos solían ser “intermitentes”, pero que tenían un “impacto serio” en su bienestar y el de su familiares y amigos. “A menudo siento vergüenza”, declara. La mujer, a la que le diagnosticaron ansiedad y le recetaron antidepresivos, asegura a los investigadores que “no tiene ni idea” de qué hacer al respecto.

Sin embargo, la mayoría de pacientes con este tipo de problemas son hombres. Es el caso de Aaron (nombre ficticio), que a sus 42 años visita a escorts dos o tres veces y mantiene relaciones con desconocidos, tanto hombres como mujeres, en parques y baños públicos.

Es padre de un hijo y asegura que prefiere las prostitutas a mantener una relación, pues lo suyo no tiene nada que ver con el amor. Vive en un estado constante entre la búsqueda desesperada de sexo y el arrepentimiento. Sin embargo, él mantiene que los resultados negativos de su hipersexualidad tienen más que ver con lo económico (se gasta el sueldo) que con lo afectivo, algo que la propia encuesta de Walton niega, pues concluye que sufre niveles “extremadamente severos” de ansiedad y depresión.

H/T – El Confidencial