Suena algo insólito pero es lo que sucedió en China, donde una empresa lanzó un servicio en la que se puede alquilar muñecas inflables y pedirlas desde un smarphone a domicilio, como si se tratara de una pizza o un kilo de helado.

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Se llama Touch y es una empresa de venta de objetos “pícaros”, pero ahora decidió lanzar en Pekín un servicio denominado “novia compartida”; destacan en el catálogo: una enfermera, una princesa, una mujer en uniforme de escolar y hasta una heroína armada con una espada.

Estas “mujeres” en silicona pueden ser reservadas por medio de una aplicación de teléfono móvil, y ser alquiladas por un tiempo máximo de una semana.

Pero además de escoger su vestimenta, los clientes pueden decidir en cuanto a su corte de cabello, y solicitar accesorios extra, como esposas o un látigo.

Asimismo, la muñeca puede llegar a su casa “precalentada”, o equipada de un emisor capaz de recrear distintos sonidos durante los momentos de intimidad.

Estas tentadoras mujeres de silicona aspiran a ponerse al alcance de los bolsillos más modestos, pues se alquilan a partir de 298 yuanes por una noche. Aparte, los clientes deben adelantar una garantía de 8.000 yuanes, que será reembolsada una vez finalizado el alquiler si todo está en orden, lo que lo vuelve mucho menos accesible.

Igualmente, la firma asegura que sus pupilas pueden responder a las necesidades íntimas de millones de hombres chinos y las promociona diciendo que tienen cuerpos perfectos.

Cabe destacar que el alquiler vía Smartphone, hoy en día, registra un espectacular desarrollo en China, donde una persona puede encargar desde bicicletas compartidas que invaden las ciudades de todo el país, hasta un paraguas para los días lluviosos, pasando por bolsos de lujo o balones de básquet.

El caso es que las muñecas inflables tiene un gran éxito comercial en Asia. Muchos japoneses, por ejemplos, poseen estas «rabu doru» (muñeca de amor), sobre todo viudos y discapacitados, y no las ven como simples objetos sexuales sino como seres con alma. Y hasta se enamoran de ellas.

H/T – Clarín