El nacimiento del primer bebé tras un trasplante de útero de una donante fallecida es un logro que puede facilitar la gestación a todas las mujeres con infertilidad uterina sin necesidad de donantes vivos.

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Hace unos días se anunció el nacimiento en Brasil del primer bebé gracias al trasplante de útero de una donante fallecida.

Los trasplantes de útero de donantes fallecidos son factibles. Así concluye un estudio, publicado esta semana en la revista The Lancet, que anuncia el nacimiento en Brasil del primer bebé el pasado 15 de diciembre de 2017 con esta técnica. La receptora fue una paciente con infertilidad uterina. Una de cada 500 mujeres con dificultades reproductivas tiene problemas uterinos debido a anomalías congénitas o por malformaciones, histerectomías o infecciones inesperadas. Las únicas opciones disponibles para tener un hijo son la adopción o la gestación subrogada.

Antes del caso brasileño se habían realizado otros diez trasplantes de útero de donantes fallecidas en EE UU, República Checa y Turquía, pero este es el primero en dar lugar a un parto con vida. Sin embargo, aún no se han comparado las donaciones entre personas vivas y fallecidas, ni las técnicas quirúrgicas y de inmunosupresión que se supone lograrán optimizarse en el futuro.

Con la escasez de donantes vivos, la nueva técnica podría aumentar la disponibilidad y dar a más mujeres la opción del embarazo

“Los primeros trasplantes de útero fueron un hito médico. No obstante, la necesidad de un donante vivo es una limitación importante”, indica Dani Ejzenberg, médico del Hospital das Clínicas, de la Universidad de São Paulo, que ha dirigido la investigación.

La cirugía tuvo lugar en septiembre de 2016. La receptora fue una mujer de 32 años que nació sin útero como resultado del síndrome de Mayer-Rokitansky-Küster-Hauser, que afecta a una de cada 4.500 mujeres. Cuatro meses antes del trasplante, pasó por un ciclo de fertilización in vitro (FIV) que dio como resultado ocho óvulos fertilizados que fueron criopreservados.

La donante tenía 45 años y murió de hemorragia subaracnoidea (un tipo de ictus que implica sangrado en la superficie del cerebro). El útero fue extraído y trasplantado a la receptora en una cirugía que duró 10,5 horas. La operación incluyó la conexión de las venas y arterias, ligamentos y canales vaginales del útero donado y de la receptora.

Después de la intervención, la paciente recibió medicamentos inmunosupresores, así como antimicrobianos, tratamiento anticoagulante y aspirina mientras estaba en el hospital. La inmunosupresión se continuó fuera del hospital hasta el nacimiento.

Cinco meses después del trasplante, el útero no mostró signos de rechazo, las ecografías no relevaron anomalías y la receptora tenía una menstruación regular. Los óvulos fertilizados se implantaron después de siete meses.

Diez días después de la implantación, se confirmó que la receptora estaba embarazada. La niña nació por cesárea a las 35 semanas, y pesaba 2.550 g. El útero trasplantado fue extirpado durante la cesárea y no mostró anomalías.

La terapia inmunosupresora se suspendió al final de la histerectomía. Cuando se escribió el manuscrito del estudio el bebé tenía siete meses y 20 días, pesaba 7,2 kg y se encontraba en buen estado de salud.

H/T – Elespectador