Es muy normal que en las familias, en la sociedad y hasta en varias religiones se fomente el llegar virgen al matrimonio, pero unos estudios han demostrado que esto no debería ser así.

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Un par de estudios publicados en el Journal of Adolescente Health han analizado el impacto de políticas y programas que fomentan la virginidad hasta el matrimonio, concluyendo que no sirven para retrasar la edad de inicio sexual, evitar embarazos no deseados o el contagio de enfermedades de transmisión sexual.

Son muchas las familias y las religiones en las que la virginidad ocupa un lugar primordial, aunque, en la práctica, especialmente en los países occidentales, perderla no tiene las consecuencias que puede haber en otros países.

Sin embargo, en la cuna de Occidente, Estados Unidos, los programas y políticas destinadas a fomentar la abstinencia hasta que se llegue al matrimonio están a la orden del día. Incluso, el Congreso de este país se ha gastado en este tipo de programas más dos mil millones de dólares entre 1982 y 2017. En contraste, no ha habido fondos para educar a los jóvenes en contracepción.

Por lo que los investigadores se han plantearon como objetivo averiguar si este tipo de políticas realmente sirven de algo. La respuesta es tajante: no.

Pues, dos estudios publicados recientemente en «Journal of Adolescente Health» han analizado el impacto de este tipo de políticas y programas y han concluido que no sirven para retrasar la edad de inicio sexual, evitar embarazos no deseados o el contagio de enfermedades de transmisión sexual. De hecho, los programas que fomentan la virginidad hasta el matrimonio han sido ampliamente rechazados por los profesionales de la salud que cuidan a los jóvenes, incluyendo a la «Society for Adolescent Health and Medicine».

Además, los expertos afirman que no sólo son poco efectivas este tipo de políticos sino que también viola los derechos humanos de los jóvenes, los estigmatiza o excluye, refuerza los estereotipos de género y mina los programas de salud públicas.

“El peso de la evidencia científica muestra que estos programas no ayudan a la gente joven a retrasar la edad de inicio sexual. Mientras en la teoría la abstinencia es efectiva, en la práctica fracasan”, asegura el coautor del estudio, John Santelli, profesor en la Escuela de Salud Pública Mailman. Estos programas, además, “dejan desprotegidos a aquellos que son sexualmente activos, a los que son LGBTQ o que han sufrido abuso sexual”, añade Leslie Kantor, colaboradora de Santelli y vicepresidenta de la Federación Americana para la Educación en Planificación Familiar.

Como evidencian las cifras, en Estados Unidos, la diferencia entre la primera relación sexual y el primer matrimonio es de 8.7 años en el caso de las mujeres y 11.7 en el caso de los hombres.

Entre 2002 y 2014 el porcentaje de colegios donde se ha impartido educación sexual ha caído del 67 al 48 por ciento, mientras que la formación en cuanto a la prevención del VIH pasó del 64 al 41 por ciento. En 1995, el 81 por ciento de los varones adolescentes y el 87 por ciento de las mujeres aseguraron recibir formación acerca de métodos de control del embarazo. En cambio, de 2012 a 2013 estas cifras bajaron al 55 por ciento en el caso de los chicos y al 60 en el caso de las chicas.

H/T – ABC