Un estudio de la Universidad de Berna, Alemania concluye que las personas alcanzamos nuestro mayor grado de autoestima de los 60 a los 70 años… Un poco tarde, ¿no?

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Hasta ahora se había pensado que la autoestima era una percepción de la valía de cada uno fruto de la trayectoria vital de las personas. Había cierto consenso entre los especialistas en que esta percepción variaba en función de las circunstancias como el entorno, el estatus social, el proceso educativo, el reconocimiento de los éxitos o la reprobación por los fracasos.

Tres profesores de Psicología de la Universidad de Berna se han planteado si la edad es también un factor influyente a la hora de determinar la autoestima, y la respuesta es que sí.

El estudio realizado a más de 160.000 individuos entre 4 y 94 años, muestra que la autoestima de las personas cambia de manera sistemática a lo largo de la vida. Aumenta en la niñez temprana y media, permanece constante en la adolescencia, aumenta fuertemente en la juventud, y continúa aumentando en la madurez, alcanzando los picos más altos entre los 60 y 70 años. Además, aunque hay un declive después de los 70, el análisis indica que es relativamente suave hasta los 90 años, lo que sugiere que muchas personas mayores son capaces de mantener un nivel relativamente alto de autoestima. A partir de los 90 años, la autoestima baja significativamente.

Los resultados son sólidos, ya que no variaron significativamente en función de los años de nacimiento, el sexo, el país, la etnia o el estatus social.

Las conclusiones de este estudio son muy interesantes ya que por primera vez se establece la importancia de la edad en los niveles de autoestima, independientemente de la incidencia de otros factores individuales que se han venido analizando tradicionalmente como la experiencia vital, posibles situaciones traumáticas, el entorno educativo, o la carrera laboral.

¿Pero por qué los niveles de autoestima son más elevados a los 60?

Para el psiquiatra y escritor Jorge Bucay «cuando te queda menos camino por delante del ya recorrido, los humanos seguimos teniendo nuestras neurosis, pero menos. Sigue estando ahí lo reprimido, lo negado, aquello de lo que te avergüenzas, lo que escondes, con lo que no te enfrentas… Un neurótico es alguien que trata de dejar de ser quien es porque cree que así lo querrán más. Y es un mal de nuestro tiempo, todos somos neuróticos, todos dejamos de ser quien somos para buscar el afecto del otro. Pero quizás cuando ves más cerca el horizonte te das cuenta de que se te acaba el tiempo, y que las mentiras no merecen la pena. Entonces decides quererte más y dejar de buscar tanto el amor de los demás. En una ocasión me dijo Miguel Ríos que en el fondo vivimos buscando al amor de nuestra vida, cuando el amor de nuestra vida somos nosotros. Quizá en la edad madura prestamos más atención a ese amor de nuestra vida, que no depende de los demás, sino de nosotros mismos, y eso nos da seguridad», concluye Bucay.

Para el psicólogo Manuel Nevado tener una autoestima elevada en este periodo vital es importante porque  «adaptarse a la nueva situación que supone jubilarse puede ser dura, y tiene que hacerse paso a paso. Necesita de una preparación para conseguir limitar los efectos psicológicos asociados. Y especialmente en aquellas personas que han tenido una profesión intelectual, para la que consideran que siguen totalmente capacitados, que la mente funciona perfectamente, y jubilarse supone cerrar una etapa laboral que a muchos de ellos les ha permitido tener un rol social y un estatus muy reforzante».

«Se abren muchas incógnitas, continúa Nevado, el aspecto económico no cabe duda que tiene un valor importante por la reducción de ingresos, la incertidumbre al futuro en caso de posibles problemas de salud o discapacidad…. Los factores sociales y la asunción del nuevo rol es otro elemento clave, para ello es necesario tener una flexibilidad mental adecuada para afrontar los cambios y, por supuesto, una autoestima elevada ayuda”, concluye Nevado.

De los 60 a los 70 años se vive una especie de nueva adolescencia, pero sin los miedos e incertidumbres de la primera. Son tiempos de cambios, donde se encara un nuevo periodo vital que ofrece la oportunidad de una renovación más o menos profunda.

«Es una lástima que no se tome más en serio la preparación del tiempo de jubilación», explica el psicólogo Manuel Torrehonda, «allí es donde vamos a pasar el resto de nuestras vidas, y es un momento crucial para aprovechar las cualidades individuales que tiene cada persona una vez liberados de necesidades económicas o profesionales. La mayoría de la gente pasa la vida en trabajos en los que hacen cosas que no les reportan satisfacción. Por eso, entre otras cosas, en nuestro país casi nadie sigue trabajando más allá de los 65», concluye Manuel.

«Los humanos tenemos enormes potencialidades ocultas que pueden aflorar a poco que se les dé una oportunidad. Si en los 60 o 70 años tenemos la autoestima alta y algunos años de salud y libertad por delante, qué mejor momento para intentar explotar estas habilidades», afirma este especialista.

H/T – Mayoractual