La sociedad vive cargada de prejuicios, especialmente en el siglo XXI, cuando vivimos en lo que Mario Vargas Llosa tildó como “La sociedad del espectáculo”, donde la apariencia cuenta más que el ser.

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La verdad es que los prejuicios pueden causar problemas cuando se trata de ideas equivocadas. Tal fue el caso de Rachel Bitmead, una madre molesta que escribió una carta a todos aquellos que juzgan mal a su hija de cinco años que usa cochecito. La razón: su pequeña sufre una grave enfermedad.

La carta es, además, una demostración del inmenso amor que puede sentir una madre por su hijo, ese que es capaz de proteger y defender a sus hijos cuando tratan de intimidarlos.

En este caso, la niña sufre de hipermovilidad articular, una enfermedad que se caracteriza por el agotamiento de la persona cuando es sometida a largos ratos caminando o permaneciendo de pie.

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Esto hace necesario que la niña precise de un cochecito para descansar. Sin embargo, como su condición no es completamente “visible” los adultos suelen pensar que se trata de una niña “mimada” que, con cinco años, aún anda en coche.

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Por ello, Bitmead dedicó unas palabras a todas aquellas personas que juzgan a su hija sin saber nada de los desafíos que deben enfrentar día a día.

La carta indica lo siguiente:

“Esta carta abierta es para todos ustedes que han visto y juzgado a mi hija en los últimos días, frunciendo el ceño con esos pequeños murmullos detrás de la espalda pensando que no puedo oír.

Ven y habla conmigo y pregúntame por qué mi hija está en una silla de paseo si ella es “demasiado grande”.

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“La razón por la que la señorita M, mi hija, está sentada en una silla de paseo (nada feliz debo decir) es porque tiene el síndrome de hipermovilidad articular.

No puede caminar sin la necesidad de sentarse y cada vez que lo hago ella no puede poner sus piernas alrededor de mí, porque no tiene fuerza durante ese tiempo.

Además, para ser honestos, por mi espalda no la puedo llevar en largos períodos de tiempo. Ella tiene medicamentos para el dolor y antiinflamatorios, que la ayudan a sentirse mejor.

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No siempre necesita el cochecito, de hecho, ha pasado un año entero sin él, pero desde nuestras vacaciones ha caminado demasiado y se ha sobre-ejercitado.

Escribo todo esto a completos extraños de por qué la señorita M está usando un cochecito.

Y estoy harto de ustedes.

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Así que, la próxima vez que vea a un niño en un cochecito y piensa que él o ella se ven “demasiado viejos” para estar en ella, no juzguen ni asuman que el niño o el padre es perezoso. No susurre a las espaldas de los padres o frunza el ceño.

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Por un lado, un niño en coche no tiene nada que ver con usted y dos, el niños podría tener una razón para usarla.

De una mamá que está harta de que su hija no pueda caminar sin estar en dolor”.

HT – Upsocl