Los nazis quisieron poseer algunos objetos procedentes del Mundo Antiguo, muy codiciados por las propiedades extraordinarias que se les atribuían, y todo con la finalidad de dominar el mundo.

Al entrar las tropas nazis en Viena, en marzo de 1938, Hitler ordenó la confiscación de la Lanza de Longinos (con la que, según la Biblia, el soldado romano atravesó el costado de Cristo) y su traslado a la iglesia de Santa Catalina de Núremberg, primero, y al búnker de la Panier Platz, después.

En el mismo instante en que Hitler se suicidaba en el búnker, según afirman ciertos investigadores, los norteamericanos encontraban la Lanza en su escondite, afianzando así su misticismo. Hoy en día, este objeto que, según los historiadores, no es sino un puñal prehistórico de la Edad de Hierro, de unos 30 centímetros de longitud y partido en dos trozos unidos por una envoltura de plata, vuelve a ser custodiado en el palacio vienés de Hofburg.

Otro de los objetos codiciado por los nazis era la Piedra Negra, venerada por los musulmanes en la Gran Mezquita de la Meca. Mide unos 30 centímetros de diámetro y está compuesta por varios pedazos de la misma roca unidos por un marco de plata desde que, en el año 683, un incendio la fragmentara. La tradición islámica establece que es la piedra que el arcángel Gabriel entregó a Abraham, el cual levantó, con ayuda de su hijo Ismael, un templo para venerarla conocido como la Kaaba, que representa el centro mismo del universo para los musulmanes. Las siete vueltas que los peregrinos deben dar a la Kaaba, en recuerdo y homenaje de los ángeles que giran en torno al Sol, se inician y finalizan en la Piedra Negra.

Algunos creen que su naturaleza es meteórica y la roca se relaciona con los omphalos o representaciones del centro del mundo. Un omphalos es el punto desde el que señalan las cuatro direcciones o puntos cardinales, dividiendo en cuatro partes el horizonte. El omphalos ordena espacio y tiempo y pueden existir muchos centros del mundo, ya que este no es sino una extensión espacial de las direcciones del cuerpo humano –frente, espalda y costados– y cada uno de nosotros se encuentra en el centro de su propio universo. Así, por ejemplo, el omphalos de los hindúes es el monte tibetano de Kailash, en el Himalaya, y el de los judíos, el monte Moria, en Jerusalén.

En cuanto a los objetos de poder de los que se desconoce su ubicación exacta, es imprescindible mencionar el Arca de la Alianza. “Haz un arca de madera de acacia, que mida un metro y diez centímetros de largo, sesenta y cinco centímetros de ancho y sesenta y cinco centímetros de alto”: esa fue la orden que, según el Éxodo, Moisés recibió de Yahvé para construir el Arca. Y así lo hizo. ¿El resultado? Un mueble de forma rectangular, elaborado de acacia y recubierto de oro, cuya tapa, llamada propiciatorio, se remataba con dos querubines que formaban con sus alas tocantes el trono de Dios, siendo el Arca su escañuelo.

La Biblia califica al Arca como un arma en sí misma y de ahí la necesidad de envolverla en velos antes de ser levantada, porque el mero hecho de tocarla provocaría la muerte instantánea. Incluso se asegura que, continuamente, la acompañaba un leve resplandor que salía de ella en dirección al cielo durante la noche y que se transformaba en una columna de humo serpenteante por el día.

Su rastro se perdió definitivamente en el año 587 a.C. cuando el rey Nabucodonosor II invadió Jerusalén, saqueando el Templo de Salomón y llevándose consigo todos sus tesoros.

Se cree que los nazis la buscaron con ahínco, en el marco de un departamento creado para el hallazgo de reliquias y objetos de poder llamado Ahnenerbe. El nombre en cable de tamaña misión sería Operación Trompetas de Jericó, en alusión al relato bíblico en el que los judíos conquistan Jericó gracias al poder del Arca.

H/T – MuyHistoria.es