Sam Altman, un joven multimillonario, desea que su mente perdure en el tiempo luego de su muerte y para ello ha pagado 10.000 dólares a una empresa tecnológica.

El pago que hizo el empresario de 32 años es sólo para entrar en la lista de espera de un servicio que digitalizaría su mente en el futuro y permitiría volcarla en un ordenador.

Según informa MIT Technologic Review, el procedimiento requiere una intervención quirúrgica que supondría la muerte del propio paciente.

Altman es uno de los creadores del programa Y-Combinator, encargado de financiar compañías tecnológicas innovadoras, y también es uno de los hombres más ricos del mundo. «Asumo que mi cerebro se preservará en la nube», dijo el empresario a la mencionada revista digital.

La empresa encargada de realizar tal tarea es Nectome y su fundador Robert McIntyre, formado en el Instituto Tecnológico de Massachusetts, explicó al mismo medio que su empresa pretende preservar cerebros mediante un proceso de embalsamiento de alta tecnología para, posteriormente, digitalizar su contenido en una simulación computarizada.

Pero lo cierto es que aún no existe la tecnología necesaria para llevar a cabo esa conver-sión del contenido cerebral a un formato digital. Sin embargo, la compañía de McIntyre ofrece la posibilidad de preservar el cerebro durante cientos de años, a través de una determinada técnica de criopreservación estabilizada con aldehído.

El detalle más controvertido de la propuesta de Netcome consiste en que, para evitar que el cerebro sufra daños irreversibles, el paciente tiene que estar vivo en el momento de que se le inyecten los agentes químicos encargados del proceso de embalsamamiento. Esto provocaría la muerte del paciente. «La experiencia del usuario será idéntica a la de un suicidio asistido por un médico», apuntó McIntyre.

Otro detalle a tener en cuenta es que aún no hay evidencia científica de que los recuerdos y los demás componentes mentales de la personalidad puedan extraerse posteriormente del tejido muerto. Sin embargo, el presidente de la Fundación de la Conservación Cerebral, Ken Hayworth, estableció un singular paralelismo al respecto: «Si el cerebro está muerto, es como si su ordenador estuviera apagado, pero eso no significa que la información no esté allí».

H/T – ActualidadRt