De esas noticias insólitas que suelen aparecer en el mundo, llega ésta en la que los coches negros son declarados ilegales en Turkmenistán.

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Turkmenistán es una república ex-soviética situada en Asia Central, una nación joven, cuyos países fronterizos son Irán, Afganistán y Uzbekistán. A pesar de tener un tamaño comparable a España, en sus fronteras viven poco más de cinco millones de personas.

Turkmenistán está gobernada por Gurbanguly Berdimuhamedov. Declarado “presidente vitalicio”, su régimen autoritario gobierna con mano de hierro el país, cuyo puesto en los ránkings de respeto a los derechos humanos es colista. Y resulta que Gurbanguly Berdimuhamedov y su antecesor Niyazov tienen una obsesión por el color blanco.

El color blanco está asociado en Uzbekistán a la buena suerte, y es por ello que cientos de edificios de su capital (Ashgabat) están recubiertos en carísimo mármol blanco. Ambos presidentes han erigido estatuas de oro y mármol blanco de sí mismos, y han dictado leyes absurdas de obligado cumplimiento para la sufrida población turkmena.

La más reciente ha sido la prohibición de los coches de color negro en todo el país. Una ley publicada de forma repentina, y derivada de la obsesión presidencial por el color blanco. No obstante, es una ley con antecedentes: en 2015 se prohibió la importación al país de coches de color negro, y en 2014 se prohibió el tintado de las lunas de los coches. Sin previo aviso, miles de coches negros han sido incautados en Turkmenistán, y sólo son entregados a sus propietarios si se comprometen a repintarlos de color blanco – este compromiso es un documento oficial, que condiciona poder usar el coche en un futuro.

El problema es que ante esta prohibición repentina, los talleres de chapa y pintura del país se han visto desbordados, y además, muchos han aprovechado para “hacer caja”.

H/T – Diariomotor