Astrónomos del Instituto Carnegie de Ciencia han descubierto un total de doce nuevos satélites en la órbita del planeta Júpiter, elevando el número total de lunas a 79.

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Un equipo liderado por el profesor Scott S. Sheppard, del Instituto Carnegie de Ciencia certificó el descubrimiento de doce nuevas lunas, incluyendo una muy rara, hecho en la primavera del 2017.

Gareth Williams en el Minor Planet Center de la Unión Astronómica Internacional usó las observaciones del equipo para calcular las órbitas de las lunas descubiertas.

«Se requieren varias observaciones para confirmar que un objeto en realidad orbita alrededor de Júpiter», dijo Williams. «Entonces, todo el proceso tomó un año».

Nueve de las nuevas lunas son parte de un enjambre externo distante de lunas que lo orbitan en la dirección retrógrada u opuesta a la rotación de Júpiter. Estas lunas retrógradas se agrupan en al menos tres distritos orbitales distintos y se cree que son restos de tres cuerpos celestes más grandes que en algún momento se separaron al colisionar con asteroides, cometas u otras lunas. Estos satélites recién descubiertos tardan cerca de dos años en orbitar al gigante del Sistema Solar.

Dos de los nuevos descubrimientos forman parte de un grupo de lunas más cercano e interno que orbitan en la misma dirección que la rotación del planeta (son progrado). Y ángulos de inclinación similares al de Júpiter, y se cree que también son fragmentos de una luna más grande que se partió. Tardan alrededor de un año en completar una vuelta al planeta.

«Nuestro otro descubrimiento es una bola rara, y tiene una órbita totalmente diferente a cualquiera de las lunas jovianas «, explicó Sheppard. «También es muy probable que sea la luna más pequeña conocida de Júpiter, teniendo menos de un kilómetro de diámetro».

Este «extravagante» satélite está más distante e inclinado que el grupo de lunas que giran en el mismo sentido del planeta, y tarda aproximadamente un año y medio en orbitarlo.

Los astrónomos consideran que como resultado, es muy probable que se produzcan colisiones frontales entre este «bicho raro» y las lunas retrógradas, que se mueven en direcciones opuestas.

«Esta es una situación inestable», dijo Sheppard. «Las colisiones frontales y continuas podrían reducir los objetos al polvo».

De hecho, es posible que las diversas agrupaciones lunares orbitales que vemos hoy se formaron en el pasado distante a través de este mecanismo de choques entre cuerpos celestes que giran a favor y en contra de la rotación del planeta.

Analizar estas complejas influencias que modifican la historia orbital de una luna puede enseñarle a los científicos sobre los primeros años de nuestro Sistema Solar.

Por ejemplo, el descubrimiento de que las lunas más pequeñas en los diversos grupos orbitales de Júpiter aún son abundantes sugiere que las colisiones que las crearon ocurrieron después de la era de formación planetaria, cuando el Sol todavía estaba rodeado por un disco giratorio de gas y polvo del cual nacieron los planetas.

Debido a sus tamaños, de uno a tres kilómetros, estas lunas están más influenciadas por el gas y el polvo circundantes. Si estas materias primas hubiesen estado presentes cuando la primera generación de lunas de Júpiter colisionó para formar las agrupaciones actuales, el arrastre ejercido por cualquier gas y polvo restante, habría sido suficiente para hacer que las más pequeñas se movieran en espiral hacia Júpiter. Su existencia muestra que probablemente se formaron después de que el gas y el polvo alrededor del planeta se disipó.

H/T – Diariolibre