Siempre hemos escuchado que el amor es ciego y es que cuando nos enamoramos, percibimos las cosas de forma distinta, pero la verdad es que es más serio de lo que propone el dicho.

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La ciencia ha dado pruebas de que el amor sí es ciego, debido a que la naturaleza y nuestro cerebro se encargan de que en un principio no veamos los defectos del otro. Se trata de un rasgo evolutivo, que contribuye a preservar la especie subiendo las posibilidades de procreación.

La Doctora Frances Cohen estudia hace tiempo el tema del amor desde una perspectiva orgánica y explica que en el inicio de una relación amorosa, el cerebro tiende a desactivar los mecanismos de alerta ante una serie de defectos que, comúnmente, consideraríamos desagradables en un individuo.

Los químicos que se liberan en el enamoramiento activan la llamada sensación de euforia, que además de hacernos sentir bien, desactivan los instintos que nos ayudan a evaluar a las personas. La sensación de bienestar se produce en el sistema límbico del cerebro, que regula la liberación de hormonas y neurotransmisores que provocan sensaciones de placer, en este caso ante una emoción.

En el sistema límbico se encuentra la llamada amígdala, una estructura encargada de coordinar emociones en el cerebro; puede amplificarlas, disminuirlas o bloquearlas, tal como ocurre en el enamoramiento.

Asimismo, los científicos también demostraron que el amor de una madre a un hijo también es ciego y provoca la misma sensación de bienestar, tal como describe el estudio de Bartels y Zeki, del Departamento de neurociencia de University College de Londres. Para el estudio se hicieron pruebas de resonancia magnética funcional en mujeres para detectar la actividad cerebral, mientras se les mostraba fotos de sus niños y parejas.

Se ha demostrado, además, que durante el parto, se liberan las hormonas y neutrotransmisores como la oxitocina, endorfinas y adrenalina. Las tres, tienen un efecto positivo sobre el cerebro y, de cierta manera, provocan una sensación de enamoramiento y bienestar con respecto al bebé, dejando de lado todo el sacrificio y cansancio del nacimiento.

La naturaleza es sabia y nuestro cerebro está programado para manejar nuestras emociones dirigiéndolas a un instinto básico: la preservación de la especie y el cuidado de los más débiles, asegurando el futuro de la especie humana.

H/T – Vix